El Jardín de las Hespérides nº 03

Técnica mixta. Transfotografia sobre lino natural y acrílico encolado a madera 

140×120 cm

Pieza única

2022

Sobre esta obra:

El Jardín de las Hespérides, cuenta la mitología griega, estaba situado en el extremo más ocidental del Mediteráneo, cerca de la cordillera del Atlas. En su centro creía una árbol de manzanas doradas que convertían en inmortal a quien las comía. Los mortales no tenían acceso al jardín mágico de las manzanas doradas puesto que era un espacio perteneciente a una esfera sobrenatural.
Las Hespérides eran las ninfas encargadas de proteger ese árbol sagrado, un eje del mundo que representaba la vida eterna y la fecundidad divina. (…)
Todos somos héroes de nuestra vida, todos debemos superar barreras, todos anhelamos momentos que nos sitúen por encima del vivir ordinario, acceder a las esferas extraordinarias.
Los paraísos terrenales están en todas partes y en ninguna, porque nada es literal. No hay un lugar geográfico concreto ni un este del Eden. Lo que anhelamos todos es superar el cansancio que produce lo mundano, agotándonos, para contactar con algo espiritualmente superior, en otro plano, sin turbulencias ni dolor. Recuperar la inocencia. (…)
Somos una sociedad sin tiempo, sin silencio y sin oscuridad. Sin vacíos. nos los han arrebatado.
A medida que nuestras vidas urbanas nos han ido encarcelando en entornos artificiales, estamos cada vez más necesitados de una sencillez natural y armónica que los compense. Por eso nos hemos convertido en consumidores insaciables de productos y experiencias en una carrera por encontrar esa preciada paz, la paz de espíritu. (…)
Al habernos alejado de la naturaleza, nos hemos alejado también  de nuestra naturaleza interior. Lejos de los bosques y los lagos, los frutos y las flores, los animales y las rocas, hemos perdido fuerza, nos hemos desvinculado de los ciclos, nos hemos desconectado de nosotros mismos. (…)
Cabe preguntarse qué es lo que nos hace sentir como si estuviéramos en el paraíso. Probablemente es el encuentro con uno mismo y con el otro, pero solo cuando se produce desde el corazón. Ese es el jardín que hay que cultivar. Epicuro defendia que el hombre debía cultivarse a sí mismo, devenir su propio jardín.   (…)
En el jardín del corazón es donde hay que sembrar las simientes para la fertilidad vital; en el planeta y en cada uno de nosotros. Cuidar el corazón para que nuestras emociones se abran como flores, para que fluyamos como ríos. Sincronizar nuestro ritmo interno y vibrar con el entorno.
Cada vez que alimentamos el alma, promovemos su expansión, he aquí nuestra responsabilidad. A menudo,  cuando creamos, cabeza y corazón se funden en un mismo acto. El camino del corazón es el camino de la creación. Nos cuesta mucho dejar caer nuestras atolondradas cabezas en las mansas aguas de la calma.
Y nos damos cuenta, demasiado tarde, de que, en aquel rato de cualquier martes, fugaz y maravilloso, donde nuestro ser sonreía, estábamos en un paraíso.
 Y en esos momentos, tan humanos, en los que todo consiste simplemente en existir, incluso los dioses nos envidian. (…)
Textos extraídos del libro “En la estela del Mito” de Mireia Rosich

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