Enric Sagnier i Villavecchia (Barcelona, 1858-1931) ha sido, hasta hace poco, el gran olvidado de la arquitectura catalana y española por extensión, a pesar de contar con más de cuatrocientas obras en su haber, la mayor parte en Barcelona, tan importantes como la Aduana, el Palacio de Justicia o el templo del Tibidabo. Construyó de todo y para todos. Gracias al empeño de Antonio Sagnier, nieto del arquitecto y enamorado de su prolífica obra, la figura de este contemporáneo de Gaudí, Domènech i Montaner o Puig de Cadafalch, ha recuperado el lugar que se merece dentro de la historia.